sábado, 7 de enero de 2017

Venezuela: ¿Para qué cambiar de año?

El pueblo está interpelando a la clase política como un todo exigiéndole que cesen sus ambiciones e intereses creados y que se preocupen por las condiciones de vida del pueblo, que se ocupen de las prioridades del país, que la política no se separe de la gestión de las necesidades sentidas de las mayorías y de diversos sectores del país.

Aram Aharonian / NODAL

Ya llegó el 2017 lleno de signos de interrogación, sobre todo en lo que se refiere al futuro del diálogo entre gobierno y oposición y la estabilidad del país. Pese a los esfuerzos dirigidos a la negociación, conciliación de intereses, paz política, económica y socioemocional, al final de 2016 parecía haberse impuesto el antagonismo irreductible y la convicción absoluta de eliminar al enemigo político.

La oposición a Hugo Chávez, primero, y a su sucesor, Nicolás Maduro, lleva 18 años tratando de inventarse y reinventarse para encontrar el mejor camino para terminar con el chavismo. No lo ha logrado por los votos y tampoco por medio de la desestabilización y el sabotaje. Ha intentado con varios liderazgos que fueron luego esfumándose en el éter, pero nunca con un proyecto de cambio.

Pero el balance económico es muy negativo, con una pérdida del dinamismo de la actividad económica, alta inflación y desajustes en diversas áreas, incluidas las redes de importación y distribución de insumos, alimentos y medicinas, y requiere de profundos esfuerzos de rectificación y corrección de políticas, alejándose de las recomendaciones de supuestos “expertos” extranjeros.

Para algunos analistas, el gobierno dispone al entrar el 2017, de seis meses antes de las nuevas elecciones regionales para que la política económica retome su cauce, y para que se produzca el necesario sacudón político a lo interno que le evite dolorosas derrotas, señala el exministro de Cultura, Reinaldo Iturriza.

El estallido social que auguraban algunos sectores de la oposición no ocurrió, quizá porque el sistema de misiones sociales logró contener los peores efectos de tal cuadro económico, incluyendo además un mejor desempeño y cobertura de la distribución de alimentos y medicinas. Pero la gente ya no soporta peroratas, improvisaciones y zigzagueos, espera soluciones inmediatas, no discursos ni promesas.

El espacio de negociación por la paz deviene en terreno confrontacional de posiciones radicales, acusaciones mutuas de incumplimiento y, para ciertos sectores de la oposición, de cuestionamiento a la idoneidad de los mediadores (entre ellos Unasur y el Vaticano).

Para la socióloga Maryclén Stelling, desde la solidez de los grupos políticos, el Gobierno sale fortalecido, mientras que la frágil unidad de la llamada Mesa de Unidad Democrátoca (MUD) se resiente y afloran las diferencias en torno al desempeño de sus representantes, los acuerdos y la estrategia para derrotar al adversario. Se asoma el arrepentimiento, se cuestiona la decisión de ir a diálogo, se añora la agenda de calle y el frente electoral, donde algunos perciben fuertes e imbatibles.

Jorge Rodríguez , alcalde del municipio caraqueño Libertador y jefe de la delegación oficial en el “diálogo”, , dijo que el oficialismo se mantendrá en 2017 en el proceso de diálogo político y que durante ese año no permitirá hechos de “violencia” a la oposición. Añadió que un sector de la MUD “está comprometido” con la violencia y eso, a su juicio, ha dificultado las negociaciones, así como la “profunda división” interna en la alianza opositora y una supuesta promoción del odio que el chavismo endosa a sus adversarios.

La MUD envió el sábado 24 de diciembre una carta a monseñor Celli donde reiteró que no existen condiciones para retomar las conversaciones entre las partes el próximo 13 de enero como se anunció el pasado 6 de diciembre, cuando el diálogo entró en “revisión”. La oposición pidió al Vaticano idear mecanismos para “verificar sobre el terreno” quiénes han faltado a lo pactado.

El intelectual Luis Britto García se esmera en denunciar a las bandas paramilitares y la quinta columna, y lo cierto es que la vieja estrategia imperial de tratar de balcanizar a Venezuela, agudiza conflictos en las fronteras del país: con Colombia, en Zulia y la región andina; y con Brasil y Guyana, por el estado Bolívar, donde están -¡oh orpresa!- las mayores riquezas del país.

La política de balcanización continuará y las fronteras mencionadas son una clave, combinada con las colas y la caotización de las ciudades, mientras, la quinta columna maneja puntos estratégicos y Colombia ingresa a la Otan, señala el político y exdiplomático Julio Escalona.

Los fracasos opositores

Los simpatizantes de la oposición están cansados de no ver encarnada en su dirigencia una alternativa de gobierno con vocación, no solo de poder, sino de responsabilidad. Cansados de ser “oposición a”, quieren ser asertivos, encontrarle respuestas ciertas a sus debilidades y fracasos. Hoy, la base opositora es más madura, más crítica de sus dirigentes: ha crecido la conciencia ciudadana y no soportan ya el caciquismo de sus dirigentes.

Las últimas derrotas de la estrategia de la oposición ha provocado que la MUD se replantee no solo su papel institucional y político sino cuál debe ser la táctica más apropiada a seguir frente al “régimen” chavista. La oposición buscaba terminar con el gobierno constitucional de Nicolás Maduro por la vía electoral (convocando un referendo revocatorio antes del 10 de enero de 2017) o pactar una transición con el gobierno mediante un adelanto de las elecciones presidenciales.

Ambas estrategias no solo han fracasado sino que han sacado a la luz las serias diferencias internas que existen al interior del antichavismo. Este 2017 será, entonces, un año de reconstrucción interna de la oposición tras un 2016 que se inició de forma muy optimista (con mayoría opositora en el poder legislativo) y que ha acabado con una MUD descontrolada y sin rumbo, que plantea su reorganización. Pero ni en eso se ponen de acuerdo.

El secretario ejecutivo de la MUD, Jesús Torrealba, sostiene que el bloque opositor debe pasar de ser una alianza electoral para transformarse en una alianza política, con unidad de propósito. Pese a que todo el año la oposición recitó sobre la salida de Maduro, jamás dijo cómo sería el posmadurismo, de qué se trataba el manoseado “gobierno de unidad nacional”. Jamás se supo de un plan, de un proyecto, de propuestas, más allá de salir de Maduro.

Además de su estructura interna, la oposición busca un cambio de estrategia frente al gobierno de Maduro que ha logrado aislar y neutralizar a la Asamblea Nacional, dominada por la oposición, y que a través del diálogo ha conseguido desactivar el revocatorio. “No existen condiciones”, dice la MUD, como excusa para no asistir al diálogo. Lo que no existe son ideas ni proyectos.

Más preocupado por su futuro, el dos veces candidato a presidente y actual gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, convocó a los miembros de la oposición a iniciar un proceso de movilización para ejercer “presión social” para lograr las elecciones generales en el país. Y agregó que hay que “plantearle al país una ruta clara que permita alcanzar a los venezolanos el cambio que quieren a través del camino que también quieren, que es el electoral”.

Chavistas, maduristas, revolucionarios

El pueblo está interpelando a la clase política como un todo exigiéndole que cesen sus ambiciones e intereses creados y que se preocupen por las condiciones de vida del pueblo, que se ocupen de las prioridades del país, que la política no se separe de la gestión de las necesidades sentidas de las mayorías y de diversos sectores del país, señala el sociólogo Javier Biardeau.

“Lo peor es que este anhelo no ha sido ni calibrado ni escuchado por los liderazgos políticos de un lado y del otro lado, que tenemos una economía encallada, un país caído en una cuneta, y que requiere del esfuerzo de todos para retomar el sendero del desarrollo” consagrado en la Constitución, que hoy parece una utopía.

PSUV y los aliados del Gran Polo Patriótico, pese a discrepancias internas, lograron mantener grados de cohesión y unidad, que impidieron una división significativa del chavismo, una ruptura de la unidad de la dirección política, e incluso, el quiebre de la unidad cívico-militar.

El gobierno trata por todos los medios retomar la iniciativa política y estratégica y para ello no alcanza un modelo cooptado y tutelado –desde la dirigencia del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) del llamado “Congreso de la Patria”.

Articular, amalgamar, convocar y sintetizar a la mayoritaria fuerza bolivariana desalentada, incluyendo a una masa opositora moderada, junto a independientes que han sido frustrados por la estrategia maximalista opositora, es uno de los retos fundamentales de la dirección política bolivariana, y eso impone nuevos instrumentos, nuevas herramientas, nuevos liderazgos y nuevos estilos de trabajo político y de dirección, señala Biardeau.

Desde el autodenominado chavismos crítico, un grupo de personalidades, intelectuales y luchadores políticos llamó a la construcción de un nuevo referente político, y nueva alternativa ética frente a lo que consideran como “corruptas y cómplices cúpulas políticas del PSUV-Gobierno y MUD”. Integran el espacio ex ministros del presidente Hugo Chávez, profesores ecologistas y defensores de los pueblos indígenas, militares bolivarianos.

Lo paradójico es que algunos “revolucionarios chavistas” plantean las mismas consignas que la derecha: salir de Maduro ya. Y se fotografían juntos, también.

Como desde 1998, la figura y las ideas de Hugo Chávez siguen siendo el fiel de la balanza venezolana. Por un lado, los chavistas (que son muchos más que los oficialistas) y por el otro, los antichavistas. Oficialmente, murió el 5 de marzo de 2013: pronto se cumplirán cuatro años y, de un lado y del otro, todos lo extrañan.

El autor es Magister en Integración, periodista y docente uruguayo, fundador de Telesur, director del Observatorio en Comunicación y Democracia, presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana.

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